jueves, marzo 30, 2006

Resurgir de las caídas más brutales

Quejarse es uno de los actos para hacer catarsis más comunes. La gente tiende a ocupar largos minutos de otras personas (o de sí mismos en caso de que hablen solas, como una servidora) lamentándose por su vida diaria. Estoy segura de que hay quien lo hace casi por deporte. Asimismo, he determinado que aquel que protesta como actividad recreativa lo hace como excusa para poder ensalzarse en una amena y tonta charla, normalmente intrascendente, a falta de algo más interesante.

Evidentemente no es el único motivo por el que la gente suele reclamar acerca de sus desavenencias. Existen personas que se quejan formalmente por motivos importantes. Un padre que pierde a su hijo por falta de recursos médicos en un hospital de la ciudad está en todo su derecho. O alguien a quien le chocan el carro porque los semáforos de esa calle tienen dos meses sin funcionar. Mi opinión sólo se extiende hasta aquellos que no agradecen lo que tienen, que no cuentan sus bendiciones.

Mi amigo Ricardo es la persona más risueña que conozco. Con veintidos años de edad juega fútbol en la universidad, estudia una carrera de la que todavía no he podido aprender el nombre, encuentra tiempo para salir con sus amigos, pero lo que más me impacta es que siempre está sonriente. Hace poco mantuve una conversación con él, donde terminé enterándome que tuvo un accidente automovilístico, tiene una pierna rota y sufre otra vez de cólico nefrítico, debido a su mayor vicio, el té con limón.

Lo admiro. Mucho. Me consta que no le es fácil, pues estuve con él la primera vez que sufrió la enfermedad. Una increíble cantidad de medicinas sumadas a una rígida dieta. Pero nunca emitió ni un gemido y, en caso de hacerlo, mantenía su sonrisa deslumbrante. Esta vez también se incluye un mes de fisioterapia. Sin embargo, no me preocupo. Él siempre resurge, como un ave fénix, de sus numerosas caídas. Muchas veces es absurdamente misterioso, también como la bestia mitológica.

Tal vez si dejáramos nuestras superficialidades, un tanto ridículas la gran mayoría de las veces, y empezáramos a ver la manera de solucionarlas, las cosas saldrían mejor para todos. Buscando problemas y no respuestas no se llega jamás muy lejos, ¿qué se gana lamentándose? ¿Cómo se hace para salir adelante sino reponiéndose de las caídas más brutales? Ricardo me enseñó eso, y sé que dentro de poco será el goleador estrella de su equipo.

miércoles, marzo 22, 2006

Los demás somos Standar

Marianna es muy sabia. Por más que sea, eso siempre lo intuí. Más que sabia es que sabe cómo decir las cosas como para que las entiendas sin necesidad de llegar a los dibujitos. Y por lo general, lo que dice suele tener un sentido lógico y profundo.

Es uno de esos casos donde es peligroso juzgar las apariencias. Tiene una pinta un tanto llamativa, colores vivos más dignos de otras décadas, grandes carteras, sandalias con lentejuelas, bien peinada, toda una producción.

Vive un tanto lejos de mi casa, en una zona muy pacífica y bonita, preciosa en verdad., hoy la lleve hasta allá, y aunque el camino pueda ser largo, es ameno. Otro caso en el que se cumple aquel refrán que dice algo así como que más importante es el camino que la meta.

Además, a veces uno termina olvidando las cosas que ya sabe, aquellos principios básicos para andar por la vida. Pues, Marianna es perfecta para recordártelos cortésmente.

Dijo muchas cosas muy ciertas, de esas que uno toma por sentado cuando uno se las da de gente de mundo. Lo primero primerito fueron unas interpretaciones de San José María Escrivá. Si las cosas no tienen solución, ¿por qué preocuparse? y si sí las tienen, ¿para qué preocuparse también?. Además del siempre célebre "las cosas pasan".

Sé que dijo muchas cosas, pero no las recuerdo todas. Dijo cosas muy puntuales sobre el caso, así como habló del karma, lo que uno hace, bueno o malo o como sea, se devuelve. Habló de la amistad, de las oportunidades, del tiempo, de vivir el momento, no indiscriminadamente, no restándole importancia al futuro y al pasado, sino más bien llenando de alegría el presente. Habló de cómo separar los aspectos de la vida, de sobreponerse a las caídas, de todo habló.

Yo no hice mucho, como veran :P yo me limité a tomar chocolate caliente en El Hatillo y pensar como se me había olvidado que todas las cosas que me dijo ya yo las sabía desde que el mundo estaba chiquito y las había practicado.

Creo que me estoy volviendo una persona standar. Don't you just hate standar people?