jueves, mayo 11, 2006

A un cuarto para las seis

Cuando estaba en segundo semestre no tenía carro. Solía salir tarde de clases y esperar un par de horas en la biblioteca a que mi mamá viniera por mí al salir del trabajo. Así me ahorraba el tráfico pesado en el carrito por puesto con otras docenas de personas, después el congestionamiento del Metro con otros cientos de personas y luego la cola del taxi con otras decenas de personas; todas ellas muy pacientes.

-Chama, ¿y cuál de las ponencias fue la más interesante?
-No sé, chama, pero mira el folleto que le dieron a la prensa.

Estaba hasta las 6 leyendo sobre fotografía. Luego hacía un intento por adelantar trabajo universitario, fracasando estrepitósamente. Finalmente consultaba la lista de las películas que me podían prestar en la biblioteca.

-¿No se acaban hoy todos los Diplomados?
-No, por lo menos yo empiezo hoy una materia
-¡No te vayas a ir sin mí cuando salgas! Vamonos juntos

Siempre terminaba en el cafetín. Medirá como 15 x 10 mts, con 29 mesas cuadradas negras de hierro forjado y 4 sillas del mismo material, respectivamente. Igual a esa hora ya no se vendía nada porque no había nadie a quien vender.

-¿Cómo se llama un pueblito que empieza por 'C', viniendo de Valencia?
-Ni idea, ¿por qué?
-Porque Gus está allá. Se fue al mediodía y regresa ahora en la noche.

En segundo semestre veía clases de fotografía, así que solía llevar mis cámaras conmigo a todas partes. Con ellas, ahí las tres sentadas, pensaba mucho, mucho en el futuro. Desde que tenía unos trece años quise que la fotografía fuese parte activa en mi vida, y no mucho después, la National Geographic se volvió mi meta.

-¡Mija! ¡¿Por qué no fuiste al brindis?!
-¿Quéeee?
-¡Ah pués! Ahí quedaron...
-¡No les creo!

Cuando estaba en segundo semestre no había primera, segunda o tercera promoción. No había anexo, gente a las 6 de la tarde, carrito hasta el Metro, cafetín abierto o ganarse la cesta de regalo de Revlon en las Jornadas de Moda y Cultura, que, incidentalmente, era una tesis de grado. Y, once again, no había carro.

-Bueno, yo me regreso a dar clases

Hoy tampoco había carro. Así que me senté en mi cafetín, con mi libro, mi discman y mi café, como antes. Sólo que esta vez lo tuve que compartir. El cafetín, claro.

A un año de irme veo con profunda impresión a quienes me rodean, como si no perteneciera a ese ambiente. Los oigo, hablando incesantemente y casi no creo que hace sólo 7 meses pasaba todos los días aquí unas seis u ocho horas.

Veo a mi universidad que crece y a quienes me suceden, llenos de vida. Hasta que regresan a clase hasta las 7 de la noche y me dejan, esperando still. Espero que su futuro sea mucho más claro que el mío.

-¡Mija! ¡Monta una carpa aquí!
-No, no, ya me toca irme.