Resurgir de las caídas más brutales
Quejarse es uno de los actos para hacer catarsis más comunes. La gente tiende a ocupar largos minutos de otras personas (o de sí mismos en caso de que hablen solas, como una servidora) lamentándose por su vida diaria. Estoy segura de que hay quien lo hace casi por deporte. Asimismo, he determinado que aquel que protesta como actividad recreativa lo hace como excusa para poder ensalzarse en una amena y tonta charla, normalmente intrascendente, a falta de algo más interesante.Evidentemente no es el único motivo por el que la gente suele reclamar acerca de sus desavenencias. Existen personas que se quejan formalmente por motivos importantes. Un padre que pierde a su hijo por falta de recursos médicos en un hospital de la ciudad está en todo su derecho. O alguien a quien le chocan el carro porque los semáforos de esa calle tienen dos meses sin funcionar. Mi opinión sólo se extiende hasta aquellos que no agradecen lo que tienen, que no cuentan sus bendiciones.
Mi amigo Ricardo es la persona más risueña que conozco. Con veintidos años de edad juega fútbol en la universidad, estudia una carrera de la que todavía no he podido aprender el nombre, encuentra tiempo para salir con sus amigos, pero lo que más me impacta es que siempre está sonriente. Hace poco mantuve una conversación con él, donde terminé enterándome que tuvo un accidente automovilístico, tiene una pierna rota y sufre otra vez de cólico nefrítico, debido a su mayor vicio, el té con limón.
Lo admiro. Mucho. Me consta que no le es fácil, pues estuve con él la primera vez que sufrió la enfermedad. Una increíble cantidad de medicinas sumadas a una rígida dieta. Pero nunca emitió ni un gemido y, en caso de hacerlo, mantenía su sonrisa deslumbrante. Esta vez también se incluye un mes de fisioterapia. Sin embargo, no me preocupo. Él siempre resurge, como un ave fénix, de sus numerosas caídas. Muchas veces es absurdamente misterioso, también como la bestia mitológica.
Tal vez si dejáramos nuestras superficialidades, un tanto ridículas la gran mayoría de las veces, y empezáramos a ver la manera de solucionarlas, las cosas saldrían mejor para todos. Buscando problemas y no respuestas no se llega jamás muy lejos, ¿qué se gana lamentándose? ¿Cómo se hace para salir adelante sino reponiéndose de las caídas más brutales? Ricardo me enseñó eso, y sé que dentro de poco será el goleador estrella de su equipo.